Inglaterra, 1929. En una mansión situada en las afueras de Londres, un selecto grupo de invitados disfruta de una velada en la que conviven juegos de naipes, conversaciones políticas y misteriosas alusiones a una supuesta fórmula secreta (codiciada tanto por fuerzas del bien como del mal). Corren el alcohol y la cocaína. Entre los invitados, hay un grupo de jóvenes insolentes que planea una curiosa broma para amedrentar a Gerry, un homosexual hipersensible e impuntual. Sin embargo, la hazaña no se concreta porque éste muere misteriosamente durante la noche. Su cadáver amanece rodeado de siete despertadores. Esto es sin dudas un indicio pero… ¿de qué?
La investigación ha caído en manos de la única hija del ultraconservador dueño de la mansión. La bella Emily, virgen y perspicaz, intentará develar el misterio por cuenta propia. El amante de Gerry, Ronny, también es asesinado complicando el derrotero de la historia. Pronto, la línea argumental estallará al arrojar a la joven ante un estetizado universo de personajes que transitan carreteras soleadas en descapotables veloces, participan de improbables interrogatorios en Scotland Yard, juegan partidos de tenis después de los velorios, concurren a retiros espirituales, organizan sectas criminales y otros asuntos por el estilo.
Desorientados en una Londres “misteriosa y moderna”, los veintitrés personajes de esta obra hacen averiguaciones, siembran sospechas, mienten, atacan de repente, sufren por amor, beben absenta, practican kenjustsu japonés, asisten a intervenciones vanguardistas, intercambian fluidos orgánicos y custodian o impugnan el orden establecido del mundo. Cantan, bailan y salen a cenar en un universo alegremente político, erótico y espectacular.
La historia coquetea con el cliché del policial inglés para luego separarse y multiplicarse en un profuso recorrido literario, cinematográfico y teatral. Las conjeturas que se barajan se alimentan de numerosas superficies textuales y proliferan desde allí. Todo pareciera girar (en falso) en torno al indicio de los siete despertadores; algo resulta estanco y la maquinaria de la pieza conduce, una y otra vez, a una simple pregunta: “¿Qué es No Más Zzzzs?”.